El Festival de Montecarlo, que ya visitamos el año pasado, nos sorprendió, ante todo, por la integración que el mundo de las apariencias tiene en el mundo real, la imagen es más verdadera que la verdad, o eso aparenta, tanto si recorremos las calles de Madrid y observamos el pudor y el recato de sus ciudadanos en trasladar a su apariencia la de víctimas, que lo son, como si recorremos las de Mónaco y vemos allí a los que pueden apostar un año de jubilación contra la salvación del azar, personalizado en el caos calculado de los casinos.
Los casinos son parte de Montecarlo, parte sustancial de su sistema económico. Pero más profundamente es la imagen la que es parte sustancial del mundo que Mónaco capitaliza, representa, expone, durante unos días, a la vista mediada de la prensa que cubre el espectáculo. Que lo cubre, repetimos, que lo posee.
Prácticamente toda la fama mundial, alrededor de esa experiencia episódica de la televisión, de los canales de pago, y de las nuevas formas de tratar de concitar minorías mayoritarias alrededor de una historia que pueda, de alguna manera, hacer sentir identificado imaginariamente al ciudadano hasta el punto de transformarle en un espectador, se da cita en el Festival de Montecarlo. Superada la crisis del sistema de los años '50 y '60 donde la industria del ocio tenía que proyectar unas ideas y valores contrarios a los que se les suponía al enemigo, luego vimos que eran los mismos, y modelar el voto en audiencias millonarias, la televisión ahora, cuando tiene alguna cota de calidad, es un refugio de valores humanos, visto lo inofensivo de su trascendencia cuando toda su finalidad es entretener, o más exactamente, distraer, y de discursos conservadores fuera de la ley y de la razón, y por ello mismo tan ajustados al prototipo que imaginamos de los que salvaguardan el orden actual de las cosas, arriba y abajo.
Montecarlo representa esa accesibilidad de las estrellas entre sus pares, y esos pares los encuentran, precisamente, en el único país del mundo en que pueden encontrarlos en las calles. Lo que pasa es que el estrellato de la televisión es más efímero, menos productivo que los movimientos financieros internacionales. La estrella trabaja para usted 45 minutos más publicidad una vez a la semana. Pero trabaja doblemente para el hombre rico 24 horas al día, 12 meses al año, simplemente vistiéndose u oliendo a algún perfume. Esa es la sustancia de la fama, imprevisible para los que eligen sueños reglados y utopías concretas en las cuentas de su banco amigo, o quizás absolutamente deseada y esperada por los que jugaban de niños con el mando de un televisor.
La lista de nominados a los distintos premios del Festival de Montecarlo es extensa, intentando abarcar el mercado global de la resonancia mediática que a uno y a otro lado del globo pone en común arquetipos, modelos, relatos prefabricados, unificando las diferencias culturales entre los habitantes del único planeta en el que se sabe hay vida inteligente a pesar de las condiciones climáticas. Entre las mejores series de comedia las provenientes de EEUU y conocidas en España, “Glee” y “Modern Family”, pura metereología de Saturno, acompañadas de producciones belgas (“Duts”), canadienses (“Call me Fitz”), francesas (“Desperate Parents”), suizas (“Life Uncorked”) o irlandesas (“Trivia”), lo que pone de manifiesto que ese mercado global contagia de uno a otro canal local sus coordenadas culturales, pero mercado sólo lo es, casi siempre, para las producciones de un sólo modelo cultural, representado por un solo país.
En la categoría de drama, la favorita, “Mad Men”, junto a “LOST” y “Dexter”, otra favorita, las tres de EEUU, precisamente, acompañadas en su retrato condicional de “Misfits”, de Reino Unido, “The Borgias” y “The Tudors” de Irlanda, “XY” y “Capadocia Second Season” de México, esta es una serie sobre mujeres en la cárcel producida por HBO Latinoamérica, o la española “Cuéntame como pasó” que un año más es finalista.
La competición en lo referente a los nominados a los reportajes de televisión no parece visiblemente acaparada por EEUU, quizás porque, al fin y al cabo, todas las televisiones han terminado reproduciendo ese modelo que venía de Estados Unidos y que estaba prestigiado por algunos casos en que el poder de la comunicación hacía temblar el poder político. Esa historia quizás se acabó definitivamente con el gobierno Bush y la irrupción del canal ultra conservador Fox News, que desbancaba a una CNN que acumulaba premios por mantener, al menos en su horizonte, algunas constantes vitales del rigor periodístico y de la búsqueda de la noticia. Al Jazeera, de Qatar, Sky News, de Gran Bretaña, NHK, de Japón, Channel One, de Rusia, France 2, la CBC, televisión pública Canadiense, la BBC y la CNN colocan en esta sección sus reportajes, marcados por la actualidad internacional de Libia, Egipto, Afganistán y el terremoto japonés, con algunas notables excepciones como el “CNN Freedom Project: Indian Slave Labour”, que representa dignamente el modelo informativo pasado, que no fue el que causó la crisis en la que está envuelto el periodismo desecho en los últimos años.
La categoría de programas especiales informativos cuenta con un nominado español, el seguimiento a la huelga de controladores aéreos de TVE. Este programa, que destacó por primar, sobre todo, una de las versiones del desacuerdo y que acompañó al gobierno en la privatización del servicio público y en su ruptura de todas las negociaciones por un convenio que se ajustará a la ley, como pedían los trabajadores aeroportuarios, obtiene la recompensa del amo. Otras producciones como las referidas a la caída de Mubarak, por CNN Internacional o Sky News, o la cobertura a las protestas a la reunión del G2O en Canadá, entran también en esta categoría en que si los intereses del poder coinciden con los que creen tener los ciudadanos podemos abandonar la necesaria hostilidad de clase entre represores y reprimidos y abrazarnos todos como una única especie con distinto collar, si nos lo cambia ese amo que cuenta cuentos para que nos durmamos.
Para finalizar la categoría más plural de entre todas la del TV Festival de Montecarlo es la de Documentales Informativos, donde hay producciones del prestigioso canal ARTE, de Francia, como “Los Insurgentes de la Tierra”, dedicado a los activistas del ecologismo, “Wikirebels”, de la televisión sueca, sobre la web de investigación Wikileaks, la crisis portuguesa con “My name is Portugal”, de un canal privado, “Túnez: La Revolución en Marcha” de France 2 o el tema de la Igualdad y la Libertad en el mundo musulmán, de la televisión noruega, así hasta quince países, desde Hungría a Nigeria, poniendo temas sobre el tapete, que pendientes de ver su tratamiento informativo, sí despiertan el interés del espectador. Ese espectador, a veces incluso público, que el Festival de Montecarlo tiene tras de sí y ante sí, por detrás y por delante de los tiempos, según en qué lugar del espacio haya colocado uno un monitor de televisión ante sus ojos o los ojos de otros.
Publicado en el semanario Cambio 16 y en la Revista de Cultura Babab (Junio de 2011)